Sólo le falta el título a esta historia de unos enamorados fugitivos

Cuento en construcción

Invéntale un título a este cuento que ha sido escrito hasta el momento entre Marx, Valentina Solari  y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Es lo único que hace falta para terminar este texto. ¡Participa!

Nadie más entendería que la cápsula celeste era la única testigo de todos mis pensamientos. Después de muchos ir y venir, la vida empezaba a ser vida y me premiaba con el ser humano más maravilloso que nunca creí encontrar. Su negro cabello, aquellos lentes maravillosos que le daban el toque de intelectual, y esos hoyuelos que se dibujaban en sus mejillas cuando sonreía.

Sus manos tomaban las mías, nunca había entendido cómo era volver a ser niño. Con los pensamientos claros, no recordaba lo que era mirar un cielo estrellado con la nobleza de miles de sueños queriendo ser cumplidos. Erik había tomado mis manos y sin decir nada más yo sabía que él estaría allí para mí, con esa fortaleza que siempre me demostró.

La huida de casa no era lo peor, el tomar esa decisión significaba tomar las riendas de mi vida y seguirlo, compartir nuestras vidas, aún no teníamos a donde ir ni donde llegar, yo sólo le pedía a esas estrellas que él no nos encontrara. Mi padre siempre fue un gran hombre, sigiloso y cauteloso con lo suyo, tierras, animales, esposa e hijos, siempre cuidadoso con los intrusos.

Ahora sabía que la persona que podía romper mi único sueño hecho realidad era él, quien jamás permitiría que yo fuera feliz lejos de la tierra en que nací. Siempre supe que tenía la opción de vivir o de sobrevivir, y ahora lo que más anhelaba era eso: vivir.

Miré a los ojos de aquel hombre maravilloso que me tomaba de la mano, lo tome con fuerza y acerqué mis labios a los suyos lentamente, ese beso me fundió con la eternidad, me hizo creer que todo estaría bien, pero no sería así. Cuando la policía irrumpió en el hostal de mala muerte en el cual estábamos, Erik y yo dormíamos abrazados. Fue la última vez que lo vi, supongo que no me respaldó la estrella en la cual había confiado mi destino, esa mágica noche.

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