Sigue esta historia que transcurre durante un juego de poker y cuyos personajes se van revelando

Cuento en construcción

Tienes la opción de continuar o de terminar este cuento que ha sido escrito hasta el momento entre Jairo Echeverri García y Sebastián Bravo. El ejercicio sigue abierto de manera indefinida y una vez sepamos el final de la historia le inventarmeos títulos. ¡Anímate a participar!

Al parecer no era su día, las últimas dos manos habían sido catastróficas. Necesitaba hacer su movida ahora o desangraría de forma lenta. Esperó a que las dos cartas estuvieran sobre la mesa, antes de verlas. Entonces las abrió: ¡Par de aces! Ese último mes, Lucas había jugado más que nunca.

Lo que comenzó con una sesión cada dos semanas con amigos, en la casa de Bengie, se había tornado en una obsesión por las cartas. Ahora jugaba cada vez que podía. En esa ocasión, estaba jugando en la casa del primo de un amigo suyo llamado Ray, con el que hablaba en ocasiones. En realidad al único que conocía en el lugar era a Ray, a los demás no lo los había visto en su vida.

Hasta el momento, los demás jugadores le habían parecido bastante serios. Lucas había intentado aflojar el ambiente haciendo un par de comentarios graciosos, pero estos tipos parecían estar o muy concentrados en su juego o tal vez no tenían ningún sentido del humor. ¿Pero qué importaban en ese momento los demás jugadores asociales cuando tenía un par de aces en su poder?

Lucas dobló sus apuestas antes de que repartieran las tres primeras cartas comunes, el llamado flop. Para su sorpresa, cuatro personas en la mesa igualaron su apuesta. Al parecer había varios con posibles juegos interesantes, pero hasta ese momento, él tenía el mejor. En el flop salió otra A una K y una J.

Tenía ahora un trio de aces, sin embargo, existía la posibilidad de que alguien terminara con una escalera en las siguientes cartas. Por ese motivo, cuando fue su turno, Lucas triplicó las apuestas. El único que la igualó, era el personaje que más le inspiraba miedo a Lucas por su cara de bravucón.

Su nombre era Tulio Juárez. Hace unas semanas, como a esa misma hora, Tulio se encontraba sepultando un cadáver a las afueras de la ciudad que él mismo había asesinado con sus dos manos. A él era alguien que no le gustaba que lo pusieran en ridículo, ni mucho menos que lo timaran. Lo que sucedía, era que cuando Tulio consumía más cocaína de la cuenta, pensaba que todos los ridiculizaban o lo estaban engañando.

Ese día, sólo había consumido un gramo de coca, lo suficiente para poder jugar poker sin perder la consciencia. Sin embargo, dentro de poco podría inaugurar el segundo gramo, porque en esta mano estaba seguro que se lo llevaría todo. Él tenía un A y una K en su poder… es decir, dos pares hasta el momento. ¡Por supuesto que igualaría la apuesta de ese muchacho con cara de afeminado que había invitado el primo de su amigo Iván! ¡Ni loco iba a desperdiciar esa A K – 47 que le habían repartido!

Entonces repartieron la siguiente carta. Otra K…

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