Playa Cangrejo (título provisional)

Cuento en construcción

Hasta el lunes 25 de abril podemos inventar finales para esta historia. Otro campo que está abierto para cambios antes de esa fecha es el nombre de la ciudad del cuento. El título lo crearemos en otra fase que va hasta el martes, un día después de saber el final. Si los que comenten antes del lunes van a aportar tanto el final como el nombre de la ciudad, es importante ser explícitos con respecto a cual es el final y cual el nombre de la ciudad.

Foto por Kathleen Conklin

La ciudad de Fiorilona era una de las dos principales de su país. Los fiorenses eran conocidos a nivel nacional por ser ingeniosos, fiesteros, amantes de la vida fácil y de una agilidad para las bromas y la burla. Por otra parte, la sociedad fiorense era machista por excelencia, eso se notaba mucho en el prototipo de hombre que era respetado, el concepto que se tenía sobre las mujeres, los constantes chistes sobre homosexuales y el desprecio por las personas de esa orientación sexual.

Moisés era el típico fiorense, usaba un tono de voz alto, gesticulaba de forma exagerada, era mujeriego, le gustaba la fiesta, el alcohol y, por otra parte, iba a ser el único heredero de una fortuna jugosa por parte de su familia. Todas esas cualidades lo hacían ser prácticamente un semi dios en su tierra.  Si alguien disfrutaba hacer chistes acerca de “maricas” era Moisés y por lo menos una vez al mes tenía como costumbre dar vueltas en una camioneta con sus amigos cazando travestis u hombres afeminados que golpeaban y dejaban tirados en la mitad de la calle.

Unas vacaciones de semana santa, Moisés y los amigos alquilaron un apartamento en Playa Cangrejo, el sitio turístico por excelencia de su país, a unas cuantas horas de Fiorilona. Mientras iba manejando Moisés la camioneta, camino a Playa Cangrejo, vio un arco iris en el cielo que le hizo recordar que la lluvia que habían presenciado en el camino había cesado, que iba camino al paraíso y de seguro una serie de eventos extraordinarios seguirían llegando el resto de la semana.

Esa primera noche en Playa Cangrejo, Moisés y los amigos fueron al bar San Antonio, el más popular de la zona y de allí regresaron al apartamento en el piso 12 que habían alquilado, con varias de las personas que habían conocido en el bar. Cuando eran más o menos las cuatro de la mañana, la fiesta seguía, pero Moisés, quien ya no podía de la borrachera, quedó inconsciente en un sofá.

Cuando los amigos vieron el estado en el que Moisés estaba empezaron a reírse y a tomar fotos. Fue entonces que a Mariano se le ocurrió una idea maravillosa. Todos los amigos de Moisés sabían de su tendencia a no recordar nada de la noche anterior cuando se pasaba de tragos. “Digámosle mañana a Moisés que pasó toda la noche encerrado con uno de los maricas que había en el bar San Antonio” dijo Mariano. Todos los amigos de Moisés, muertos de la risa, estuvieron de acuerdo. “Sí, sí, de acuerdo. Mejor aún, bajémosle los pantalones y echémosle clara de huevo en el trasero para que ahí sí se las crea” dijo Víctor. Todos se continuaron riendo y llevaron a cabo el plan.

Al día siguiente, cuando Moisés abrió los ojos se encontró con todos los amigos mirándolo, unos serios y otros con una actitud burlona que Moisés no entendía, además, había amanecido con los pantalones desabrochados.  “¿Qué pasó anoche muchachos?” preguntó. “¿Que qué paso?” contra preguntó Víctor, pues que por fin te destapaste viejo Moisés. “¿Qué? ¿De qué hablas?” indagó Moisés confundido. “Así es” dijo Felix “ya era hora que salieras del closet hermano, una de las locas del bar, Georgie se llamaba, si no estoy mal… hizo de las suyas contigo toda la noche amigo, de aquí se fue feliz hace unas horas”.

Moisés enseguida sintió miedo. No sabía si lo que decían sus amigos era cierto o no, pero quería con todo su ser que no fuera verdad. “Que va. ¿En serio?” preguntó. Entonces se pasó la mano derecha por el trasero, algo húmedo lo estaba molestando desde que había despertado. Cuando vio el líquido transparente y viscoso en sus manos, un nudo se le formó en la garganta. Todos los amigos al ver la cara de Moisés empezaron a reír de forma desenfrenada y él sólo pensaba: “No puede ser. ¿Cómo me ha podido suceder esto? Este ha sido el fin de mi vida en Fiorilona. Mi padre me va a botar de la casa”. El sentimiento era tan fuerte y Moisés era tan egocéntrico y orgulloso que no estaba tomando la situación para nada bien. Su cara se había tornado roja por completo y no descartaba la opción de lanzarse del balcón de ese undécimo piso…

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