La oriental de la calle 13

Cuento final

Foto tomada de Flickr por por SadJr

Después de un año sin empleo por fin me llamaron para una entrevista de trabajo, me dijeron que era el viernes 13 de mayo 2011. Nunca he sido supersticioso, por lo que, al inicio, esa fecha me sonó tan común como cualquier otra. Antes de salir de casa, como de costumbre, prendí el noticiero y cada noticia parecía una broma de viernes 13. ¿Nazis criollos, KKK en el Chocó, el Papa aprueba el condón? ¿En qué mundo insólito vivivimos? Me dirigí a la entrevista.

Tomé el autobus y todo parecía ir bien hasta ahí. De golpe, recordé que encima de la alacena había dejado mi CV. Yo nunca olvido nada. ¿Será a causa del viernes 13?. ¡Naa! Yo no creo en esas supersticiones. Una chica de rasgos orientales subió, se sentó a mi lado y sin mirarme dijo: “Tranquilo, hoy no será necesario”. Nunca había visto a esa mujer, pero su belleza me causó confianza enseguida. Hice caso a sus palabras y seguí mi camino. “La mala suerte es una herencia”, me susurró al oído y recordé a mi abuelo. Siempre me habló de la oriental de la calle 13. Cuando iba a hablarle, noté que ya no estaba a mi lado. Bajó del autobus y entró en un callejón… fui tras ella.

Entré al callejon y tenía dos salidas, sabía que si elegía erróneamente jamás la volvería a ver; Julieta… su nombre. Seguí el instinto de mi corazón, iba girar a la derecha, pero pensé que ese día todo iba al revés y tomé la izquierda. Caminé con pasos largos para apresurar la marcha sin parecer desesperado. No la vi. Empecé a sudar. “¡Debí haber tomado el otro camino!”, me recriminaba.

Seguí adelante con nervios y ansiedad. De repente vi al final de la calle su hermosa melena azabache, volando acariciando el viento. Y grité su nombre: “¡Julieta!”. Pero no se giró. Comencé a correr planteándome que esto podría ser una tontería que me llevaría a perder el trabajo que aún no había conseguido, pero aún así la alcancé. Le dije “perdona, pero quería preguntarte algo”. “¿Buscas esto?”, dijo enseñándome mi CV “lo he encontrado y pensaba llamarte para devolvértelo”.

De la sorpresa no podía reaccionar. Sólo mirar su rostro era enigmático, como una superstición de viernes 13. Nunca me pude preguntar por qué me había llevado hasta aquel callejón, por qué tenía mi CV, por qué leía mis pensamientos. De pronto Julieta retrocedió un poco y cinco atracadores me golpearon y dejaron en ropa interior. Julieta se fue con ellos. Recordé las palabras exactas de mi abuelo:”En la calle 13 evade a Julieta, te hipnotizará, te robara todo, hasta el corazón”.

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