Avanza esta historia sobre el soldado inmóvil de la tumba de Artigas en Montevideo

Cuento en construcción

Continúa o termina esta historia que ha sido escrita hasta el momento entre Mauricio Rey, Roque Hernández, Virgina Consuegra y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Una vez sepamos el final de esta historia le inventaremos títulos a la misma. El ejercicio sigue abierto de forma indefinida.

En Montevideo, la capital de Uruguay, existe una tumba que es un monumento nacional, debido a que se trata la tumba de José Artigas, el libertador de ese país. La tumba es protegida siempre por dos soldados que tienen que permanecer sin moverse a como dé lugar. Todo el día en la misma posición, éstos casi que ni pestañean. Federico es uno de los soldados y de veras que las historias de sus días de trabajos, de todo lo que ve y escucha, son algo increíble.

“Es como si las personas quisieran que fracasara en mi encomendado. No pueden creer que alguien permanezca inmóvil por tanto tiempo sin hacer acción alguna, por lo tanto, me ponen todo tipo de trampas a ver si caigo”, cuenta Federico. Un día, dice, llegaron dos niños con su madre. “¿Cómo así mami? ¿El soldado no puede moverse por nada en el mundo?” preguntó uno de los niños. “Así es Hugo, por nada en el mundo”.

Al parecer, la cara del pequeño Hugo se trasformó en una de maldad pura, cuando escuchó las palabras de su madre. Enseguida se puso en frente de Federico y comenzó a hacer todo tipo de sonidos con su boca y movimientos con sus brazos para romper la concentración del soldado. Éste, sin embargo, permanecía quieto en su posición de siempre.

En otra ocasión, un día que había estado solo en su mayoría, cuenta Federico que llegó una pareja de veinteañeros. Al parecer los jóvenes no pudieron aguantarse las ganas, o tal vez les gustaba la idea de tener espectadores, pero tuvieron relaciones sexuales ahí mismo en frente de él y su compañero.

Si bien muchas de las personas que entran van sólo a contemplar el monumento, esta labor les ha dejado claro a estos soldados como nunca que hay un porcentaje de la población que está del todo insana. La encrucijada mayor la vivió cuando un hombre misterioso entró al monumento. A los tres minutos otro hombre entró y se intercambiaron algo que Federico no pudo distinguir bien.

“Ya te habrás enterado esta mañana por la radio que el gordo Pete no nos estorbara más” dijo uno de ellos, a lo que el otro contesto: “Si me enteré. Buen trabajo. Ahora sólo falta el viejo Moritz y el trabajo estará terminado”. “Mañana a las 11 terminamos ese trabajo. Lo interceptaremos en su camino a la oficina”. Entonces se dieron un beso de despedida.

Federico había escuchado la noticia. Se trataba de un cuerpo que habían encontrado ese día cerca al Jardín botánico…

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