Complot subterráneo

Esta historia ha sido escrita hasta el momento entre Héctor Cote, Alegórico, Argelia y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Una vez sepamos el final de la historia le inventaremos títulos. El que hay en el momento es provisional.

hormigas iii

Fue sumamente curioso que después de mi tercera semana con aquella granja de hormigas, estas decidieran escaparse. Por supuesto que no fue una decisión intencional, simplemente encontraron la manera de traspasar el cristal sin que pudiera percatarme de cómo o por qué. Estas hormigas a las que había alimentado con la mayor dedicación me abandonaron una a una. Podía verlas escapar por la ventana en las noches y otras se escurrían por el suelo entre sombras de libertad.

No puedo comprender el comportamiento que tienen, mientras las observo nada ocurre, pero apenas me voy al colegio comienzan a desaparecer. No sé si es mi mamá, que cansada de verme con este montón de tierra canalizado, ha decidido irlas desapareciendo paulatinamente para que yo no me sienta tan sobrecogido por la pérdida, pero aun en este caso me suena algo improbable.

No supe cómo responderme a esta cuestión hasta unas cuantas noches después, cuando decidí dejar la cámara de mi celular grabando. Las imágenes que captó me dejaron algo desconcertado. Más que un escape de prisión, esto parecía una revolución. Una especie de reunión conspiradora se había acordado, junto a un terrón de azúcar, y parecían estar discutiendo asuntos de estado.

Cuando le conté a mis padres me dijeron que la obsesión me había vuelto paranoico y que además estaba dejando una infestación de hormigas por toda la casa. De alguna manera, al ver el video, comprendí que algo había ahí, algo distinto, una forma extraña de consciencia grupal que clamaba por libertad y la muerte del opresor.

Como cuando los plebeyos comienzan a mofarse de los reyes, cuando los esclavos saltan sobre sus amos y los creyentes olvidan a sus dioses. Clases separadas, categorizados aparte, especies distintas, opuestas, dicotómicas. Aunque no fuera nuestra intención, la relación estaba clara: unas cuantas migajas cada día y su fidelidad seria mía. Una grieta fue una tentación desafortunada, aceptada por ellas quizás como esperanza o tomada por mí como rebelión. Tal vez me preocupo demasiado, quizás el conspirador soy yo, pero en el quizás sigue habiendo espacio para la duda, duda de la que su mente colectiva se aprovecha.

Día a día, la conspiración sigue en curso. Todas las hormigas, en secreto, planean su escape total. Las primeras que van saliendo de la casa de cristal llevan la misión de reconocer el territorio y organizar la salida del grupo a campo seguro. Al darse cuenta de que estaban siendo grabadas por mí, “el hombre gigante”, empezaron a planear estrategias para cubrirse y no ser detectadas por el enemigo. Han aprovechado para formar un gran grupo que cubrió el ojo que las observaba sin parpadear. Entre ellas formaron la unión de las cualidades para no fallar con la estrategia. A cada una le asignaron una misión…

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