Los inicios del Genio Rojo: ¿Poder o maldición?

Cuento final

Este cuento fue realizado entre Virgilio Platt, NA, María Abellán, Sekas, Moisés Gerardo y el Comité editorial de Cuento Colectivo. Es el primer capítulo de una serie. Participa inventándole un título al segundo capítulo haciendo clic aquí.

Foto tomada por Rigel Castro Acosta

Desde que Xandro tenía sólo un año, sus padres notaron que él no era un niño como cualquier otro. Cuando se disgustaba o quería algo con ansias, no lloraba ni gritaba como un bebé normal. Su sangre y su piel hervían, hasta el punto de quemar las manos de sus protectores, y humo salía de sus oídos.

¿Era una bendición o una maldición poseer los dones que tenía? Para muchos podrían ser poderes, pero para él se habían convertido en un arma que provocaba miedo. Un día estaba sentado con sus juguetes en el jardín, tenía 4 años. Un niño quiso jugar con él, era su vecino Javier, que se sentó a su lado y con una sonrisa le dijo: “¿Puedo jugar contigo?”.

Xandro, le miró de forma tímida y con un movimiento de cabeza le respondió a su pregunta. Cuando quiso darle unas piezas de lego para que jugara, sus manos empezaron a ponerse rojas y sintió como poco a poco empezaban a quemar. Cuando llegó a las manos de Javier, quemaban como una estufa a toda potencia, cuando lo tocó, le quemó las palmas de las manos.

Javier empezó a llorar desconsolado y su madre apareció y empezó a gritarle a Xandro palabras que no comprendía: “¡Eres malo, eres malo! ¡Un fenómeno! ¡Monstruo!” de manera repetitiva. Entonces se llevó a su hijo, quien seguía llorando, mirándole las manos sin entender lo que había pasado.

Xandro no sabía porque había hecho eso, sólo estaba contento de que alguien quisiera jugar con él. Él solía consolarse comparándose con los maravillosos y elogiados personajes de muchos cómics que leía, sin embargo, siempre terminaba chocando con la realidad.  Pero esos días habían quedado atrás, junto con el orfanato donde sus padres lo habían enviado para “corregirlo”.

Las calles le enseñaron toda la disciplina que necesitaba para controlar sus poderes. Si un maleante se acercaba demasiado, Xandro apenas tenía que encender sus ojos para mantenerlo a raya. Hoy, Xandro mueve el fuego a su alrededor, como si hiciera malabares. No obstante, teme que su secreto se conozca. Ya no es manejado por el fuego, el fuego lo obedece a él y es conocido por un apodo que popularizaron algunos de sus enemigos: “El Genio Rojo”.

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