No hay profeta en su propia tierra…

Te invitamos a seguir o terminar esta historia, que se originó a partir de este contexto, escrito por el autor Nathaniel Hawthorne: “Un individuo, a fuerza de vivir entre personas que conoce desde su más tierna infancia, se vuelve a sus ojos, antes de haber alcanzado la madurez, un ser débil y sin brillo; en cambio, si se marcha a vivir a otra parte, da la impresión de recobrar toda la frescura de su juventud, cosa que él nota por las reacciones ajenas”. El título que hay en el momento es temporal, se lo inventaremos una vez sepamos el final del cuento.

salidaLance estaba harto de su ciudad. La quería desde el fondo de su corazón, después de todo, era la tierra que lo había visto nacer. No obstante, ya todas las calles le parecían iguales y hace algunos meses que su trabajo se había estancado. Aunque en el bachillerato había obtenido las mejores notas de su curso, por alguna razón a Lance la vida laboral no se le había hecho tan sencilla. Se sentía subvalorado por sus jefes y por sus conciudadanos. En casi nada le iba como quería, ni en el empleo, ni en el amor. Por suerte gozaba de buena salud.

Necesitaba un escape, por lo tanto, sacó del banco lo que le quedaba de sus ahorros y se fue al este del continente, a casa de su primo Gus, por unas semanas hasta que decidiera cuál sería su siguiente movimiento. En el este sentía un nuevo aire, todo era diferente. Se sentía joven de nuevo, revitalizado, las mujeres lo miraban de otra forma. ¿Qué sería?

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