Malicia indígena

Esta historia fue escrita entre Vicente Bloise, Jairo Echeverri García y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. ¿Cómo te pareció el resultado?

cementerio indigenaCon 32 grados centígrados y la humedad al máximo, el aire dentro de la carpa se sentía bastante pesado. Eran las 10 de la noche y acababan de apagar las luces en el campamento. Como no había nada que hacer, a Damián se le ocurrió que una buena forma de pasar el tiempo con Clarice, dada la oscuridad y el silencio, era narrando historias de miedo.

Empezó con el típico mito de su ciudad, sobre el soltero que recoge a una mujer vestida de novia en la mitad de la carretera, para después dejarla en su casa y enterarse al día siguiente, al llevar la cartera que se le había quedado a su casa, que la mujer había muerto hace 8 años. De repente todos los sonidos del viento y los árboles en el campamento eran más notorios. Clarice ya tenía los pelos de punta, lo cual divertía a Damián.

Al ver que la historia más el entorno espeluznante estaban surtiendo efecto, decidió inventar una historia. Le dijo a Clarice que muy cerca de donde estaban acampando, había un cementerio indígena y que muchas veces éstos se salían de sus tumbas, en busca de llevarse a los vivos con ellos.

Clarice demandó que parara con las historias, no iba a poder dormir. Damián soltó una carcajada. “Voy a cepillarme los dientes”, dijo Damián, “no tuve la oportunidad de hacerlo antes de que apagaran las luces”. “¿Me vas a dejar aquí sola después de esas historias?”, preguntó Clarice asustada. “No te preocupes, los muertos vivientes indígenas solo salen después de medianoche” inventó Damián. “Ya vuelvo”.

Mientras se cepillaba los dientes en el rústico baño del campamento, mirándose al espejo con lo poco que podía ver, vio en el reflejo, que detrás de él había un indígena. Damián se volteó con el corazón casi en la garganta, pero no había nadie. Al salir del baño, revisó a los alrededores pero tampoco había nadie.

Asustado, Damián se aseguró que Clarice durmiera en profundidad dentro de la carpa. Los latidos de su corazón no paraban y su piel estaba pálida ante aquella imagen del indígena. Empezó a dar vueltas por fuera de la carpa, tratando de asimilar lo que había visto, pero el susto le ganaba a la razón.

De pronto, sus piernas se cansaron de moverse y cayó al suelo en medio de la oscuridad. Damián bostezó y poco a poco comenzaba a quedarse dormido. Fue entonces cuando unos pasos que se escuchaban a su alrededor lo hicieron despertarse.

“El indígena viene por mí”, dijo.

Damián se levantó del suelo y corrió sin dirección hasta que escuchó una voz:
“Damián, soy yo, Clarice. ¿Por qué no vienes a dormir?”, preguntó.

El chico volteó la mirada en dirección a la voz que escuchó y se encontró con varios indígenas que lo rodearon. Uno de ellos le habló:

“Esto es lo que pasa cuando los vivos se burlan de los muertos”, aseguró.

Los indígenas se alejaron lentamente para que Damian pudiera ver cómo uno de los miembros de la tribu de muertos se devoraba a Clarice y la convertía en puros huesos. Impactado, Damián gritó y lloró de la desesperación.

“Todos nos vamos, unos primero, otros después. Ya llegará tu turno”, comentó el indígena que se comió a Clarice. Los indígenas enterraron los huesos de Clarice e hicieron un ritual especial para darle la bienvenida al cementerio, su nuevo hogar.

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