Aquí, del otro lado del espejo

Te invitamos a leer nuestro cuento final más reciente escrito entre Elisheba y Cuento Colectivo. ¿Cómo te pareció el resultado? También te invitamos a leer los demás aportes que hicieron nuestros usuarios en este ejercicio del reflejo.

reflejo

¿Qué tal si del otro lado de los reflejos hay vida? Siempre pienso al verme en el espejo, o mi reflejo en cualquier parte, qué tal que del otro lado haya vida y esos son los únicos momentos que nos cruzamos. ¿Qué tal que nosotros seamos el lado irreal? Me miro y me miro y me vuelvo a mirar. Paso mi mano por el cabello, reviso mis ojos, mi nariz, boca, ropa, etc. Todas las mañanas es el mismo ritual antes de salir.

Camino al trabajo, en el que siempre hago lo mismo, y me pregunto: ¿qué hará mi reflejo mientras estamos separados? Es una locura, sin duda, pero me mantiene ocupado todo el día. En la noche regreso a casa y no hago lo habitual: esta vez me dirijo al espejo y permanezco sentado frente a él horas, toda la noche, duermo frente a él. Me miro, ya es otro día, reviso mi aspecto mientras imagino al tipo del otro lado del reflejo, el tipo que no es yo y yo no soy él, pero somos el mismo.

Salgo al trabajo, reflexiono… llego a casa casi al final del día. De nuevo me siento frente al espejo. Así pasan dos semanas, realizando la misma acción que me hace caer en la monotonía hasta que, una noche, al llegar, mi reflejo ya me esperaba sentado del otro lado. No lo noté en un principio, pero al hacerlo permanecí ahí gran rato.

-Tú crees que yo soy tu reflejo- rompió el silencio su voz, que era igual a la mía.
-¿Disculpa? ¿Acabas de… de… hablarme…?- tartamudeé. Debo estar loco, pensé.
-No, no estás loco. A veces es bueno hablar con nuestro reflejo, y eso es lo que hago-.
-¿Qué dices?
-Digo que tú eres el reflejo y debes dejar de pensar ya lo contrario. Los mismos pensamientos no te llevan a nada.

-Te equivocas. Ya no digas nada, ni siquiera eres real.
Y así fue, el reflejo se quedó callado, sin vida, imitando mis movimientos; imitándolos en la misma forma en la que solía hacerlo siempre.
Desperté, me bañé y, al salir, noté algo diferente en el espejo: ¡No me veía ahí! Froté mis ojos, pero todo seguía igual. Me arreglé y peiné sin poder mirarme y salí a la calle. Caminaba de forma paranoica, en un principio, con el pensamiento de que la gente me miraba por mi aspecto extraño, pero al reflexionar me di cuenta de que era solo una ilusión. Sin embargo, la sensación seguía aunque nadie se encontrara cerca de mí.

Caminaba más y más aprisa, no sabía ni por qué. De pronto perdí el camino al trabajo, ya ni siquiera sabía a dónde me dirigía, sólo huía. Mientras corría me di cuenta, en una ventana, que se encontraba “él”, pero no seguía mis movimientos.
-¡No es así!- me dije –debo seguir soñando.
A pesar de que repetía esa última frase en mi cabeza sin parar, seguía huyendo y seguía viéndome en todas partes. Ya no era sólo en cristales, ventanas, autos, era también en edificios, casas, árboles. Mi imagen por todos lados, burlándose de mí y haciéndome dudar de ser yo el real.

Sin saber cómo, llegué a casa, al único lugar en el que creía que estaría seguro. Más tarde caí en el error de que había sido ahí en donde comenzó todo. Me di cuenta también de que mi reflejo estaba observándome desde una esquina, pero ya no era mi reflejo, ahora era algo similar a un clon, se había materializado.

Corrí al cuarto y noté que se encontraba de nuevo en el espejo y me miraba sonriente. No pude reprimir más mis impulsos y lo tiré. Mientras lo miraba en el suelo me di cuenta que, otra vez, él había escapado. No lo veía, pero sí escuchaba y su voz. Lo vi sentado en mi cama… me miraba. No supe qué fue lo que pasó por mi mente que me impulsó a golpear el espejo hasta estrellarlo.

Al hacerlo, noté que además de estrellarse el cristal, se le hizo una grieta al hombre; ahora era él el que tenía miedo. Continué sin detenerme hasta casi haberlo hecho polvo. De pronto me sentí débil, me sentí pesado, veía la habitación borrarse. Había acabado con mi pesadilla, había acabado con mi locura, había acabado con su vida, y a la vez con la mía.

 

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